Cerrando mi primer día de vacaciones (pero aún en el cemento), empecé a visitar algunos blogs en busca de artículos interesantes. Como nunca falla, entré a Harvard Business Review, y me encontré con el post La sabiduría de Warren Buffet: sobre innovadores, imitadores e idiotas.
El articulo es un resumen de la entrevista que Charlie Rose le realizó a Warren Buffett hace un poco más de 2 años en relación a la crisis financiera.
Más allá del aporte y condimentos de entrevistado y entrevistador, me quedó resonando la teoría de la “progresión natural” (como una buena idea se va transformando en una mala idea) o, sencillamente, las “tres I”:
Lo que plantea Warren Buffett es la progresión de la idea, empezando con el innovador que es quien ve la oportunidad que otros no han visto. Luego aparecen los imitadores, que copian lo que han hecho los innovadores. Y al final del ciclo, aparecen los idiotas, cuya avaricia deshace las mismas innovaciones que están tratando de usar para hacerse ricos.
Mientras escribo, pienso en el ejemplo que Santiago Bilinkis ya mencionó varias veces en su blog sobre las páginas de cupones de descuentos al estilo Groupon y como se fueron reproduciendo (él los llamó ‘los parripollos de internet’, y coincido con la apreciación), llevándolo de una idea innovadora a una -casi inexorable- muerte del modelo gracias a varios ‘idiotas’ que copiaron y reprodujeron a diestra y siniestra.
Pero si hay ejemplos tan claros de start-ups, imaginensé a nivel mega-archi corporativo, como el histórico caso Xerox/Microsoft/Apple, aunque por suerte no llegamos en ese entonces a la fase idiota. Siempre es más sencillo mirar a quien tenemos sentado al lado y ver que contestó en la pregunta 2. Cuando crecemos, hacemos lo mismo en la facultad, en el trabajo y hasta cuando queremos armar nuestra propia empresa.
Cuando releo antes de publicar este post, pienso que necesitamos innovadores que tengan las grandes ideas, pero también necesitamos a los imitadores, ya que permite que haya variedad y amplia el mercado. El idiota, a su vez, es muchas veces necesario en algunos casos. Por ejemplo, cuando una idea ya está acabando su ciclo de vida, que el idiota se involucre para saturarlo es -quizás- hasta sano.
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Foto por Gerard Stolk
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