Este post continua del anterior.
Después de escribirlo, escuché una frase que me dejó pensando:
Un lugar es tan bueno como la gente que conoces allí.
Me quedo pensando y lo relaciono con el post anterior porque me disparó pensar en mi “realidad” y mi forma de ver algunas cosas.
Me tocó estar en varios grupos (de amigos, laborales, de colegio, de facultad, etc.) que disfruté mucho pero que por una cosa u otra dí un paso al costado. Los que me conocen lo saben, aunque no hablemos de ello. Pero escucho la frase “un lugar es tan bueno como la gente que conoces allí” y no puedo dejar de pensar las veces que me alejé de un grupo por la gente que me transmitía cosas negativas. Pero, ¿qué pasaba con los buenos amigos? ¿Qué pasa con los que hacían de ese lugar uno muy bueno?
Lamentablemente no fui lo suficientemente hábil como para conservarlos. Ni dejarlos que me conserven. Por eso es que muchas veces tuve el impulso de irme bien lejos. Sólo, y empezar una vida distinta. Pero hoy siento una obligación, algo que debería hacer y dejar de lado olvidarme cuando algo no me gusta y abdicar: Tengo la obligación de hacer el mejor de los lugares para las personas que quiero y que me quieren. Ya sea en familia, amigos o trabajo… dónde sea.
Se que voy a sonar Naif, pero si todos nos esforzáramos por convertir ese lugar en el mejor lugar posible para quienes lo comparten con nosotros, quizás estaríamos un poco mejor, generando “lugares” interesantes donde nos encantaría encontrarnos.
Y no, no soy Naif, soy Nasif… lo de arriba se puede si queremos.
Abrazo!