Hay momentos -por distintas situaciones que van aconteciendo en la sociedad de la que formo parte, o cuestiones que me pasan a mi- en las que me siento sumergido en una ambigüedad muy profunda:
No aprendemos más.
o
Aún quedan esperanzas.
El hecho mismo de irme de vacaciones fue uno de esos momentos en los que soy optimista (“Aún quedan esperanzas”), y creo que todavía podemos aprender y mejorar.
Contexto
Luego de décadas de accidentes viales que se podían evitar, la Provincia de Buenos Aires -a través de la superintendencia de Seguridad Vial- comenzaron a pensar que se podían hacer para evitar tantos accidentes fatales. Lo que hicieron fue, ni más ni menos, poblar de radares de fiscalización de velocidad las rutas que van hacia la costa atlántica de la provincia (un promedio de 1.5 radares fijos cada 100 km, más otros tantos móviles, según lo que pude observar). ¿Qué se busca? Ya que hay gente que no le tiene respeto a su propia vida, mucho menos a la de los demás, se penaliza con multas que van hasta los $7.500 (USD 1500, aproximadamente). Crimen y castigo, lisa y llanamente.
En una sociedad como la argentina, donde el respeto por las instituciones no es una de nuestras cartas de presentación, sinceramente pensé que no iba a funcionar… Que la gente que elige ir a velocidades superiores a los 190km/h, iba a seguir haciéndolo, pero me equivoqué. Ya desde hace unos dos años a la fecha que vengo notando que la gran mayoría de los automovilistas respetan a rajatabla las velocidades máximas de los carteles. Es un orgullo manejar por la Ruta 2, y ver que un cartel pasa de 100, a 80, y un poco más adelante a 60km/h de velocidad máxima y somos varios los que respetamos.
Una pregunta que se podría hacer es
“¿Es realmente conciencia o solo temor al castigo?”
Creo que, realmente, no importa. Porque nuestros hijos no entenderán de esos miedos, si es que existen. Solo sabrán que el cartel es el que manda, y teniendo un poco de esperanza, cuando les toque manejar, lo respetarán porque es lo que vieron hacer a sus padres, y a todo el resto de los automovilistas.
Pero no todo es color de rosas… Más allá de los ilícitos (que el chofer de un micro de larga distancia maneje alcoholizado no es una imprudencia, es un delito), en 450 kilómetros de recorridos me pasaron muchos autos por la derecha, y me hicieron correr superando ampliamente la máxima… ¿Quiénes? Autos de alta gama, en su mayoría. Por favor, espero no me dejen comentarios que digan “los autos de alta gama pueden viajar a altas velocidades”, porque no me cabe duda que cualquier auto de los últimos 15 años puede ir a 140 o 150 km/h. No soy antropólogo, pero me resulta rara la observación.
Más allá de ésto último, es un gusto ver que algo fuimos aprendiendo y, aunque sea algo mínimo, le estamos dejando algo positivo a las próximas generaciones.
Foto por Rich Anderson