Los valores no se pierden

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Una de las primeras cosas que los expertos recomiendan hacer cuando trabajamos en el Plan de Negocios para una nueva compañía es definir la misión, la visión, los objetivos y los valores que tendremos como organización. En ese etapa temprana del proyecto solemos estar rebasados de energía, optimismo y ganas de cambiar al mundo, y nuestros valores son un fiel reflejo de todo ese empuje.

Nuestra misión es crear asociaciones sin igual
y con valor para nuestros clientes, a través del
conocimiento, la creatividad y dedicación de nuestra gente,
conduciendo a resultados superiores para nuestros accionistas*.

Pero, ¿qué pasa cuando atravesamos tiempos difíciles? ¿Qué sucede cuando enfrentamos una crisis coyuntural y las ventas no paran de caer? ¿Y si la competencia lanza productos que no supimos prever y nos están sacando del mercado? ¿Siguen intactos nuestros valores? Bueno, quizás los flexibilizamos un poco, ¿verdad? Pero entonces, ¿dónde está el límite?

En el momento en el que nos toca vivir, creo que pocas cosas importan tanto como nuestros valores, ya que nos definen. Declaran quienes somos, que hacemos y que no. Hasta donde llegaríamos con tal de ser felices (porque de eso se trata, ¿no?), con que decisiones nos sentiríamos cómodos y cuales nos quitarían el sueño. Es por ello que recomiendo que, a la hora de redactar los valores que te definirán como compañía, pienses realmente en tu esencia y la del equipo fundador. No pongan frases trilladas con tal de quedar bien con un posible inversor o porque suena bonito en la futura web institucional: Esos falsos valores serán los primeros en dejarse de lado ante una dificultad, porque no tendrán nada que ver con quienes ustedes son.

Valores son aquellos que se aprenden en el seno familiar… No busquemos en libros de administración lo que deberíamos poner. Busquemos en nuestras propias familias, en nuestro círculo más íntimo de confianza y pensemos en aquello que jamás haríamos, sin importar cuál es el premio (o el castigo). Esos valores, los más fundamentales que tenemos, los que realmente nos definen, no se pierden, no importa la situación. Gary Hamel, en su libro Lo que Importa Ahora cuenta como a sus alumnos de MBA les recomienda lo siguiente al momento de conseguir su primer trabajo como egresados:

1. Tu madre viuda ha invertido los ahorros de toda su vida en la compañía. Ella es la única accionista, y esa inversión es su único activo. (…) tendrás que hacer todo lo que esté a tu alcance para garantizar que tenga una pensión segura y feliz (…) y por ello jamás sacrificarás el largo plazo por un beneficio rápido.

2. Tu jefe es un hermano mayor. Serás siempre respetuoso con él, pero no dudarás en ofrecerle un consejo sincero cuando consideres está justificado.
3. Tus empleados son amigos de la infancia. Les concederás el beneficio de la duda y harás lo posible para allanarles el camino (…) de vez en cuando les recordarás que la amistad es una responsabilidad recíproca (…) nunca los tratarás como recursos.
4. Tus hijos son los principales clientes de la compañía. Querrás complacerles y deleitarles. Eso significa que te enfrentarás con cualquiera que sugiera que debes engañar o aprovecharte de ellos. Jamás explotarás a un cliente.
5. Serás independientemente rico. Trabajarás porque querrás, no porque tienes que hacerlo; por lo tanto, nunca sacrificarás tu integridad por un ascenso o una supervisión impecable de tu rendimiento. Renunciarás antes que transigir.

(*) Nota: La declaración de valores entre comillas de más arriba eran los valores expresados por Lehman Brothers, claro, mucho antes de una de las estafas que más recordaremos durante muchos años.

 

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