Al igual que todo héroe digno de así ser llamado, el líder siempre tiene que librar batallas. En los últimos años, su más temido contrincante y contra quien no nos hemos cansado de compararlo, el “jefe”, ha ido perdiendo fuerza. No porque el concepto de jefe haya sido erradicado ni mucho menos, sino porque el paradigma de un nuevo liderazgo llegó para quedarse y éste fue perdiendo lugar. Observando las organizaciones con las que más tengo relación (industria, PyME, e IT), noto que hoy ha cambiado uno de los dos actores clave de la clásica dicotomía “jefe vs líder”, y fue justamente el jefe, que evolucionó a burócrata.
Y debo reconocer que la evolución estuvo a la altura de las circunstancias, ya que un burócrata tiene varias similitudes con un líder, pero hay una fundamental: Al igual que el líder, el burócrata no requiere un nombramiento formal dentro de una organización. ¡Bien hecho, fue una movida inteligente! Como jefes ya no tenían demasiadas herramientas para detener el avance de aquellos verdaderos líderes que, con o sin nombramientos o roles, están llevando adelante la compañía. Pero, ¿qué herramientas tienen los burócratas para detener a los líderes? ¿No es obvio?
Por definición, según la Real Academia Española, el burócrata es aquel que administra ineficientemente a causa del papeleo, la rigidez y las formalidades superfluas, y el líder -positivo, claro- más allá que cuenta con el apoyo de la organización y que su posición sea informal, llegará el momento en el que necesitará “formalizar” acciones, y éste nuevo archi enemigo podría causarla más de un dolor de cabeza. ¿Cómo se puede afrontar la situación de lidiar con un burócrata, si es que la hay? Más allá de la ficción, creo que la burocracia enfrenta al líder en muchas situaciones, pero ese burócrata puede o no tener una intencionalidad. Hagamos de cuenta que hay una intención por detener lo que el líder está intentando lograr.
Desde mi experiencia, lo mejor es no buscar el conflicto, más allá que todo esté dado para que se genere. Créanme, no se llegaría a nada. Muchas veces pareciera que esta complicación legal o procedural es el fin de la iniciativa, pero en general termina siendo una experiencia enriquecedora porque nos permite experimentar en campos que desconocíamos, y sin duda que le aporta valor a nuestro propio proceso mental, ya que terminamos de comprender como funciona la organización. Cada vez que tuve que enfrentarme con un burócrata que parecía que no quería hacer su trabajo -o que yo haga el mío- la única fórmula efectiva fue eludirle a la confrontación e intentar conseguir una lista detallada de lo que debía hacer, dejando de lado las apreciaciones -tanto mías como de mi interlocutor. No me importa lo que crea esa persona sobre lo que planteo, sus juicios y apreciaciones solo le importan a él / ella, yo solo quiero saber qué y cómo tengo que hacer para lograr hacerlo. Manteniendo la conversación en esos términos -con cordialidad, claro- suele destrabar la mayoría de las situaciones. Recordemos siempre: Para una discusión se necesitan dos personas 😉
Nota Final: Hay una gran diferencia entre la burocracia y los burócratas, y es que con éstos últimos podemos hacer algo al respecto y solucionar el problema.