Nueva etapa laboral: Hasta pronto IBM

En un 2011 que lleva unos 4 meses muy intensos en mi vida, tomo una decisión que no es menor: Después de  más de 8 años muy intensos me despido del gigante azul.

Entré a IBM con 18 años recién cumplidos y lleno de ganas de conocer un mundo nuevo. Los últimos 8 años me dediqué a explorar ese mundo, y en el medio fui aprendiendo mucho y teniendo la aportunidad de llevarme no solo lecciones sino también momentos memorables, como por ejemplo:

  • Poder viajar, conociendo países que de otra manera no hubiera conocido, seguramente.
  • Conocer gente interesante, copada, medio garca y -especialmente- muy buenos amigos.
  • Aprender a trabajar en equipo y a darle valor a la sinergia que aportan grupos heterogéneos.
  • Descubrir que uno mismo es dueño de su carrera y de encontrar lo que quiere.
  • Que muchas veces dar vuelta un “no se puede hacer” es una cuestión de ganas y esfuerzo.
  • Que muchas de las veces que nos quejamos de algo, nos estamos quejando de algo que estamos proyectando y al tomar conciencia podemos cambiarlo.

Desde que avisé en la oficina que marzo iba a ser mi último mes, muchos amigos (y otros curiosos) se acercaron para preguntarme las razones. Creo que en algún punto esperamos que esa persona que se va nos dé una razón super profunda, pero en mi caso no veo algo tan dogmático: Mejor propuesta de desafio a corto, mediano y largo plazo.

Pero no todos se acercaron para saber por qué me iba, o a donde. Otros estaban realmente soprendidos y emocionados. Hasta ese momento yo no le había dado un tinte tan emocional, pero ver a verdaderos amigos tan emocionados me hizo caer en cuenta de lo que significa cambiar de empresa.

Fueron 8 años que los que me conocen saben que viví con mucha intensidad, pero lo que más me gustaría recordar son los momentos compartidos con buenos amigos, excelentes profesionales.

Como dice Fito “hay un bumerang en la city mi amor”, y nunca sabemos donde vamos a estar mañana laburando, pero los cafés, asados y viajes van a seguir estando.

Les agradezco enormemente a todos por haber bancado, ayudado, escuchado, hablado durante todos estos años.

Hasta pronto IBM, Hola SVS!

 

Hacernos responsables… No, pero enserio.

 

Varias situaciones de los últimos años me dejaron pensando en lo que hoy traduzco en este post.

La frase “yo me hago responsable” la escuche muchas veces pero fueron pocas las que tuvieron un ‘significado real‘, entendiendo como éste la aceptación de las consecuencias devenidas por la situación en referencia.

Quizás por el contexto en el que se daban esas conversaciones (en distintas organizaciones muchas veces se percibía una falta de ‘castigos’ ante faltas grabes), decir ‘yo me hago responsable’ era la respuesta políticamente correcta, y ya que de todas formas no habría consecuencia  “aceptar” la responsabilidad podía percibirse como un punto a favor después de haberse mandado alguna falta.

Lo que también he notado (en quienes falsamente se hacen cargo de la responsabilidad de una falla) es que, una vez puesto sobre la mesa una posible consecuencia sobre los actos, la postura empieza a cambiar y suelen aparecer otros jugadores como nuevos co-responsables o hechos que hasta ese momento se habían omitido (claro, si no hay consecuencia no vale la pena contar todo lo que había pasado realmente, era una perdida de tiempo).

También en mi experiencia, hacerse cargo falsamente (porque enrealidad no se aceptan las consecuencias) está lejos de ser una medida que fomente la honestidad en las relaciones.

Hacernos responsables pero enserio es tener claro que cada acción que tomamos tiene una consecuencia. Si todo sale como esperamos, seguramente esa consecuencia sea buena o -quizás- anecdótica, pero si algo no sale como lo tenías pensado es muy problable que haya consecuencias, y son esas de las que nos tenemos que hacer cargo como lo hacemos con aquellas que nos benefician.

Si queremos relaciones sólidas basadas en valores como confianza, honestidad y compañerismo tenemos que empezar por hablarnos con esos mismos valores.

¿Qué opinas?

Foto por ashley.adcox

La adicción a la gratificación automática

Durante el fin de semana pasado leí este post de Santi Bilinkis, que el mismo nombre dibuja el perfecto identikit de un fenómeno (?) que se viene viendo en los últimos años: La adicción a la gratificación automática o en otras palabras, esas ansias por obtener algún tipo de recompensa por nuestras acciones pero de manera inmediata.

Particularmente en el ámbito profesional se nota y mucho: Un muy buen amigo, gerente de una multinacional argentina que se dedica a desarrollar software me ha contado que tienen un attrition (índice de rotación de personal) del 30% trimestralmente. Es decir que cada tres meses pierde la tercera parte de su equipo. La razón? En su amplia mayoría es por “plan de carrera” (Planificación de desarrollo a mediano y largo plazo dentro de la compañía). Cuando le pregunté cuanto tiempo llevaban trabajando las personas que decidían de cambiar de empleador y el promedio me sorprendió: Entre 8 y 16 meses.

En mi carrera me tocó lidiar con problemas semejantes tanto directa como indirectamente. Un planteo bastante normal era “Ya aprendí todo lo que podía aprender, ahora solo me queda cambiar de posición”. No me parece mal el planteo, el problema solía ser que lo escuchaba de personas que llevaban solo algunos meses trabajando (tanto en la compañía como en general, porque era su primer trabajo), y no habían tenido oportunidad de demostrar lo que ellos decían haber alcanzado.

Me surgen dos preguntas fundamentales:

  • ¿Será que son poco eficientes son los planes de carrera que venimos desarrollando como compañías que no podemos fidelizar a nuestros colaboradores para que elijan quedarse? ¿O quizás es un tema de beneficios?
  • ¿Estamos tan acelerados que hasta queremos que nuestra carrera profesional sea maratónica?

Una preocupación que me nace es: Si queremos un ascenso cada 6 meses, que será de una persona que llegá a los 40 después de 20 años de trabajar de esa manera? Suena agotador!

¿Qué opinás?

Cuentos chinos y no solo buenas ideas

Hace algunos meses llegó a mis manos el libro ‘Cuentos Chinos’ de Andres Oppenheimer. Recien ahora avanzo en la lectura y, más que fascinado, quedo bastante preocupado.

El libro es una comparación entre el ‘desarrollo’ chino y el latinoamericano. El autor hace un mix con las crónicas de sus distintos viajes (China, Irlanda, Venezuela, República Checa, etc.), entrevistas a políticos y opiniones, generando una obra muy interesante que deja pensando sobre lo que estamos haciendo como latinoamericanos en pos del desarrollo de nuestra región, y -especialmente- por el de cada uno de nuestros países.

Me nace escribir este post una frase en particular del Programa de las Naciones Unidas  para el Desarrollo (PNUD), en su informe de Desarrollo Humano:

Cuando se trata del desarrollo humano, algunas exportaciones son mejores que otras. La riqueza generada mediante las exportaciones de petroleo y las minerales puede ser mala para el crecimiento, mala para la democracia y mala para el desarrollo.

El reporte concluye señalando que si los países latinoamericanos siguen como están (exportando materias primas o manufacturadas de poco valor agregado) la región tardará hasta el año 2177 en alcanzar el nivel de desarrollo que países como Estados Unidos tienen hoy.

Claro, que es una proyección basada en las tasas de exportación hacia China que hoy tenemos en Latinoamérica, pero nada asegura que seguirá siendo así.

Es acá donde cumpliría un rol clave el -relativamente- nuevo Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación productiva a cargo del ministro Dr. Lino Barañao que en su propia presentación reza:

El Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva fue creado con el fin de incorporar la ciencia y la tecnología al servicio del desarrollo económico y social del país. Este objetivo ha exigido una serie de innovaciones con respecto a la estructura organizacional y los instrumentos de financiamiento de forma tal de poder implementar políticas a través de acciones deliberadas.

Ojala que cada uno de nosotros pueda tener la madurez necesaria para migrar de un modelo corto placista a uno más contemplativo del futuro que nos espera como sociedad si seguimos pensando, planificando y actuando como lo venimos haciendo.

Estoy convencido que no es cuestión de buenas ideas. Tenemos la suerte de contar con ideas EXCELENTES, solo nos falta empezar a coordinarnos. Poca cosa, no?

Como gestionar un fracaso

No tengo muy claro como me vino a la cabeza el tema… Escribí el título y después redacté algunos renglones que van a poder ver en ‘Algunas ideas sueltas‘. Como me dí cuenta que poco sabía del tema en profundidad lo googlee. La mayoría de los blogs que me encontré tenían una premisa fundamental como factor común:

El fracaso es necesario para alcanzar el éxito

Suena trillado, ¿no? Claro, la vida es una sucesión de hechos: a veces fracasos, otras triunfos. Pero, ¿cómo gestionar con éxito un fracaso? (Para los que saben de plan de negocios, quizás se les ocurra relacionarlo con la ‘estrategia de salida‘). Desde que tengo memoria, me ha toca lidiar con diferentes situaciones que eran un fracaso cantado: Factores externos desfavorables, mal timing, etc. pero no en todos he podido gestionar esos ‘fracasos’ de la mejor manera.

Hace algunos años decidí abrir mi propia empresa, y no fue más que un conjunto de malas decisiones. Muchas de las variables que estaban a mi alcance no las supe pensar (con quien asociarme, por ejemplo o hacia donde apuntaba en el largo plazo), y todo fue contribuyendo a que la salud de la empresa se vaya deteriorando. El problema, y la lección que hoy rescato, es que una vez diagnosticada la inexorable defunción de la empresa, tampoco actué como un buen gestor (omisiones, desgano que se incrementaba cada día, etc.).

Seguí leyendo “Como gestionar un fracaso”