Últimamente, y en base a algunas lecturas y conversaciones que estoy teniendo con personas muy valiosas en mi vida me replanteo las cosas que verdaderamente me gustan. Suena un poco absurdo si se lee con cierta superficialidad, pero si se rasca un poco la cascara quedará muy claro 🙂
Desde que soy muy chico veía a padres de amigos míos que viajaban muy seguido por trabajo y era algo que me fascinaba. Como poder viajar por el mundo, haciendo lo que te gusta y encima te estaban pagando por ello. Era sencillamente increíble para mi! A medida que fui creciendo, en algún momento empecé a creer que cuanto más aumentara la frecuencia de los viajes, más contento estaría. Me encantaba la idea de viajar todas las semanas!
Crecí un poco, y empecé a laburar, y al poco tiempo a viajar. Durante muchos años mantuve un promedio relativamente bajo (2 viajes por año), pero a mediados del años pasado (hasta finales) empecé a viajar todas las semanas o cada quince días a Bogotá. Mientras realizaba esos viajes agotadores (siempre escala en Lima, donde me encontré con un aeropuerto agotador cada vez) seguía afirmando que me encantaba. Obviamente esos viajes me enriquecieron mucho a nivel personal y profesional, pero descubrí que no era lo que más disfrutaba, solo me gustaba la idea.
Hoy, unos meses después logro darme cuenta que me encantaba la idea de viajar frecuentemente, pero no me gustaba para nada realmente hacerlo.
El fin de semana fue la despedida de mi cuñado (se fue de viaje por 2 meses) y con mi mujer preparamos sushi. Algo que también me encontraba afirmando que me encantaba hacer, pero descubrí que me molesta mucho el proceso, porque lo encuentro aburrido y pensando que podría estar haciendo otras cosas. Al igual que los viajes de mucha frecuencia también le encuentro su lado positivo, y es que es un momento que compartimos con mi mujer y le damos significado al “trabajo en equipo” 🙂
En el libro El Elemento de Ken Robinson el autor cuenta como fue a un recital de su hermano, y cuando felicito al tecladista por su performance él mismo le dijo: “Me encantaría poder tocar los teclados como lo haces vos”, y el tecladista respondió que no le encantaría, sino lo estaría haciendo. Lo que le encantaba era la idea de tocar bien el piano, pero no estaba dispuesto a todo lo que ello conlleva (clases, práctica, dedicación, etc.)
¿Existen cosas que te digas a vos mismo que te encantan pero realmente no te llenan tanto?