Cómo calcular las horas productivas de mi equipo

Foto cortesía de Carl Heyerdahl

Los últimos quince años me desempeñé -principalmente- en la gestión de distintos tipos de proyectos, generalmente de consultoría y servicios de Tecnología. Una de las primeras cosas que aprendí trabajando en la gestión de la operación de este tipo de proyectos es que, en realidad, lo que se está comercializando son “horas hombre” (es decir, las horas de los consultores o especialistas que ejecutarán los proyectos). Lejos de meterme en la gestión particular de cada uno de los negocios del lector, y más allá de la obviedad que acabo de mencionar, la idea de este artículo es brindar una introducción al cálculo de las horas productivas que cada equipo de trabajo tiene o, al menos, podría llegar a tener.

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Las grandes organizaciones y la ineficiencia

Era un día más de verano. Tenía acordada una reunión con el Departamento de Compras de un cliente. Llegué unos minutos más temprano, y me quedé esperando en el lobby, que está justo al lado del comedor interno.

Después de unos minutos de espera, me vino a buscar mi contacto excusándose que no tenía sala de reunión disponible y fuimos al comedor de personal.

Comercialmente hablando, la reunión fue muy positiva, ya que logramos vender un proyecto del que veníamos atrás hace tiempo. Pero de los noventa minutos que estuve en ese comedor, una situación me llamó particularmente la atención:

Hubo  gente charlando animadamente durante todo el rato

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Cómo lidiar con la frustración y recuperar tu mojo

¿Te sentís frustrado en el trabajo? ¿Levantarte a la mañana cuesta cada día un poco más? ¿No lográs concentrarte, y cualquier excusa es buena para no contestar ese correo o llamar a ese cliente?

Dejame adivinar… Llevás pensando un tiempo en si lo que hacés, es realmente lo que querés hacer. Si describí cómo te venís sintiendo, quizás este artículo sea para vos.

Hace años que me venía sintiendo raro. Si tuviese que definirlo en palabras clave, serían:

Ineficiencia,

Procastinación,

Desconcentración

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El costo ¿oculto? de la burocracia

Una de las discusiones más antiguas dentro del Management es relativa al ámbito de control (Span of Control, en inglés), que no es más que la cantidad de subordinados que debe tener un supervisor / gerente para que esa organización sea lo más eficiente posible.

En Estados Unidos hay 23,8 millones de Gerentes. Eso da un gerente cada 4,7 trabajadores. O visto de otra forma, los gerentes representan el 17,6% de la masa laboral americana, aunque recibe el 30% de la compensación total.

El autor se pregunta algo muy válido, y coincide con lo que muchos trabajadores también se preguntan:

¿Cuántos de esos 23,8 millones de gerentes realmente necesitamos?

Hace tiempo que distintas compañías vienen poniendo en práctica modelos con un span of control más amplio y no tan limitado como durante los 90 y 2000, pero antes de seguir, aclaremos el concepto.

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El Cliente Incorrecto

Los que desarrollamos actividad comercial como parte de nuestro día a día nos hemos cruzado con todo tipo de personas, deseando poder convertirlos en prospectos de cliente: Desde la gente amable que nos dedica su tiempo y retro alimentación sobre lo que ofrecemos hasta individuos que están acelerados y cortan el llamado en el preciso instante que detectan nuestras intenciones.

Pero este artículo no se trata sobre como desarrollar una actividad comercial, o como planificar la estrategia de tus llamadas. No, muy lejos. Se trata sobre identificar al cliente que no es para vos, y creeme: Allá afuera está lleno de “clientes” que no son para vos.

En mi caso, lo descubrí -como casi todo lo que descubro- de la mala manera. Un colega me llamó a la noche a la oficina y me comentó de un tipo que tenía un proyecto que me iba a interesar, que por favor me reuniera con él. Que era extranjero, y que se estaba por regresar a su país y que quería volverse con su contrato firmado. Arreglé todo para juntarme al otro día, y ver de qué trataba. Era jueves Santo, nadie trabajaba, pero por quién me lo recomendaba decidí aceptar la reunión.

Tomamos un café. Dos. Hasta un tercero. Le conté quién era yo, a qué me dedicaba, a qué se dedicaba mi empresa. La respuesta fue:

“Es justo lo que necesito. Mi proyecto va a revolucionar internet, y parecen los indicados”.

Mierda. Terrible afirmación, y yo medio pasado de cafeína.

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