Tu negocio tiene que crecer

No todos tenemos los mismos objetivos, ni en el ámbito personal ni en el profesional: Algunos quieren tener un auto importado, otros quieren su propio departamento o casa, y a otros no les importa nada de eso, solo criar hijos sanos e independientes.

En lo profesional sucede lo mismo: Algunos quieren crecer y ser promovidos hasta llegar a lo más alto de la compañía, y otros solo quieren tener un trabajo tranquilo que les consuma la menor energía posible.

Pero, ¿qué pasa con los emprendedores o los dueños de empresas pequeñas y medianas? ¿Tienen todos los mismos objetivos? Uno podría caer en la trampa de creer que conoce al tipo de sujeto y que lo que quiere es ganar cada vez más dinero, pero esto no es necesariamente cierto.

En un evento de presentación de un programa de Dirección de Negocios brindado por una incubadora argentina donde éramos distintos representantes de empresas PyME y la discusión se puso interesante cuando el moderador desafió:

“¿Cuál es la estrategia de crecimiento de sus negocios?”

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Las inseguridades del Manager

Ser Ingeniero en Sistemas con 10 años de experiencia en desarrollo de aplicaciones móviles puede resultar en una gran ventaja competitiva a la hora de buscar un cambio de trabajo.

Una arquitecta con experiencia en obra civil imagino que se sentiría bastante confiada para hacer los planos de mi futura casa y ejecutar la obra, ¿no?

Pero un gerente, ¿con que seguridades cuenta? Pero antes de poder intentar contestar esta cuestión, me surge otra que está directamente relacionada: ¿Qué inseguridades tienen los gerentes?

Analicemos un poco como un profesional crece en una organización hasta ser Gerente:

  • Posiblemente empiece con un trabajo de entrada (entry level), como analista junior.
  • Mientras avanza en sus estudios, se empieza a especializar y logra ser analista semi senior.
  • Despues de un tiempo, esfuerzo y de conocer los procesos internos, es analista senior.
  • En paralelo a sus estudios, se certifica como Project Manager y le ofrecen hacerse cargo de la Oficina de Proyectos de su compañía.
  • Se recibe, termina la Universidad.
  • Lo nombran Project Manager Senior, teniendo bajo su responsabilidad los proyectos más complejos.
  • Después de un desempeño relativo superior, lo nombran Gerente de la Oficina de Proyectos

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De relaciones con los jefes

Tanto si trabajas en relación de dependencia como si sos un trabajador independiente tenes un jefe, y no hay demasiadas opciones… Tu jefe puede despertar tres cosas en vos:

  1. Que te quieras quedar en la empresa,
  2. Que quieras abandonar (la empresa o tu equipo),
  3. Indiferencia absoluta.

Es más, un mismo jefe puede generar en nosotros que pasemos por los tres estadios en un lapso de tiempo relativamente corto. Pero, ¿por qué nos afecta tanto nuestro jefe? ¿Cómo llega a ejercer tanto poder sobre nosotros al punto de llegar a pensar  en abandonar nuestro trabajo con tal de no verlo más? Quizás sea porque es el tomador de decisiones en aspectos que nos podrían afectar como incrementos salariales, promociones o ascensos, asignación de proyectos, atender a determinados clientes, y una interminable lista de etcéteras.

Yo pasé por las tres posibilidades de arriba: Me quedé en una empresa a pesar de tener otras ofertas gracias al rumbo que delineaba mi jefe (entre una larga lista de cosas, claro), cambie de grupos de trabajo, incluso de empresas por el jefe que tenía. Pero, ¿saben cuál fue la situación en la que más desmotivado me sentía? En esas en las que la persona a la que reportaba me generaba una indiferencia absoluta (más tarde descubriría que, en caso de no controlarlo, esa indiferencia se convertiría inexorablemente en unas ganas terribles de buscar nuevos rumbos).

Y es que la Indiferencia es peligrosa… En Wikipedia alguien la definió así:

Indiferencia (sentimiento), un sentimiento o postura hacia algo o alguien caracterizado por no ser ni positivo ni negativo, intermedio entre el desprecio y el aprecio; y relacionado con la apatía.

Me quedo con esta parte: “Intermedio entre el desprecio y el aprecio” o en otras palabras: Estoy a la misma distancia de quererte o de odiarte. Tres pasos para un lado o para el otro y el futuro va a ser radicalmente distinto en la relación que tengo con mi jefe. No sé a ustedes, pero no me gusta la indiferencia. No porque tenga un problema con ella, en realidad es un problema cuando me encuentro con un sentimiento así con gente con la que comparto mucho tiempo de mi vida, no solo en el trabajo, no solo con mi jefe. Pero, ¿encima una persona así toma decisiones que me afectan? Wow, eso complica un poco las cosas.

Pero acá viene la parte buena… Que hoy haya indiferencia no quiere decir que no podamos hacer nada al respecto. Por ejemplo, digamos, balancearla para el lado positivo. Y no porque quiera ser amigo de mi jefe por definición, sino porque no quiero “despreciar” a nadie, según la definición que alguien puso en Wikipedia. Las pocas veces que tuve una situación así pude revertir la situación (o balancearla, como dije antes) usando un viejo consejo popular: Hablando se entiende la gente. Y ahí también encontré una solución, ahora si para revertir, una situación un poco más delicada: Cuando ese jefe hacia que me llene de ganas de irme de la empresa (o del equipo). Ahí también “hablando se entiende la gente”.

Ojo, entenderse no significa que estemos todos de acuerdo y que nos demos un beso y un abrazo justo después de hablar. Ayuda a que sepamos de que la va cada uno, y expresar nuestra propia posición, que no por ser una posición tiene que ser inflexible, claro. Haceme caso, por lo menos esta vez. ¿Tan mala relación tenes con tu jefe? Dale una oportunidad. Date una oportunidad. Si después de hablar sinceramente todavía te queres ir, te voy a apoyar, pero quizás cambies de parecer.

Si tu jefe es de los que te motivan a que te quedes, ¿por qué no me dejas un mensaje contándome que hace para que no te quieras ir?

¡Gracias!

Foto por MacKinnon Photography 

Las grandes compañías como laboratorios de RRHH

Maduré profesionalmente en una compañía que, solo en Argentina contaba con más de 10.000 empleados en nómina y con más de 400.000 en todo el mundo (Si, ¡¡¡Cuatrocientos mil!!!). Por aquella época era común dirigir equipos de entre 50 y 100 personas, aunque había Managers con más de 300, o incluso 400 personas a cargo y con una estructura de mandos medios que tampoco llegaba a soportar semejante organización.

Contar con equipos tan grandes fuerza situaciones, brotan necesidades: Plan de carrera para asegurar el crecimiento profesional, Programas de formación de líderes, Coaching y Mentoring, Plan de Incentivos, y una larga lista de etcéteras podrían componer la lista.

Pero, ¿pasa esto mismo en una empresa de 5, 10, o 20 empleados? Bueno, siempre depende quien la dirija, pero en mi experiencia lo he visto pasar menos veces en relación a los gigantes de Fortune 500. La explicación que le encuentro a este fenómeno es, justamente, una cuestión de tamaño: Si podemos disponer del 1% del esfuerzo para sentarnos a diseñar e implementar estas prácticas, en un equipo de 10 personas, podríamos usar unas 210 horas aproximadamente (25 días al año, o 35 reuniones de 2 horas con tres integrantes). Si bien suena interesante, en mi experiencia esa cantidad de horas solo sería necesaria para hacer el diseño de alguna de las iniciativas, pero no se podría contar con más tiempo disponible para implementarlas. En cambio, en una empresa con 100 empleados, el tiempo es considerablemente mayor, ya sea para pensar y desarrollar la iniciativa, como para implementarla y analizar los resultados, todo en el mismo periodo.

Pablo es un amigo que trabajó en una multinacional por varios años y es un entusiasta de este tipo de iniciativas: Trabajó y lideró en comités para desarrollar todo tipo de iniciativas (jornadas outdoor para desarrollo de equipo –team building-, promociones en base a merito, desempeño y resultados y muchas más), y ahora es el responsable comercial de una compañía que, en Argentina, cuenta con 15 empleados en nómina. Cuando le comenté sobre este tema, me dijo:

– Tener equipos a cargo muy numerosos hacen que tengas que funcionar como “Recursos Humanos” para tu equipo, más allá que tu responsabilidad sean las operaciones. Cuando pasas a una compañía más chica, haber experimentado eso es un valor agregado enorme. En pocas palabras, la gran empresa te prepara y te permite experimentar junto con otros grandes profesionales para llenarte de experiencia y aplicarlo en compañías que no podrían hacer toda esa inversión de tiempo.

Como a Pablo, son muchas las personas que se foguean (se preparan) en grandes compañías, donde hay tiempo y recursos (aunque “solo” sea ese tiempo) para experimentar, aprender y formarse y después aplicarlo en sus nuevas posiciones. Pero también acá aparece un posible problema: Las grandes compañías realizan esa inversión para formar a sus profesionales para que otras compañías más pequeñas puedan aprovecharlo. Formar profesionales para que se vayan, ¿les suena? Pero bueno, ahí ya nos estamos metiendo en políticas de retención… Quizás un nuevo tópico donde invertir el tiempo, ¿no? (Nota: En lo personal siempre pensé que más vale formar gente que se vaya antes que no formarla y que se quede).

Si trabajas en una compañía pequeña y estas pensando ¡estoy frito!, tranquilo, no es así. Estas iniciativas vas a poder desarrollarlas pero, seguramente, a otro ritmo. Lo importante es que no dejes de hacerlo y lo mantengas como un tema a tratar en tu lista de tareas.

Si trabajas en una compañía grande, te recomiendo que aproveches al máximo los recursos que ésta provee, pero no pensando en que en breve te vas a pasar a una empresa más chica (eso te podría quitar el foco). Además, no podrías estar seguro de que eso va a pasar, ¿no?

 

¡Saludos!

 

Foto por Andy Todd

Mi artículo en MateriaBiz: Y ahora me designo… ¡CEO!

Es un placer contarles que ya se ha publicado mi primer artículo en el reconocido portal de Management y Negocios MateriaBiz.

Como primer Post, decidí hablar sobre el perfil de los CEOs, especialmente el de aquellos responsables de start ups tecnológicos que atraviesan o atravesaron un crecimiento vertiginoso, pasando de ser especialistas técnicos a los responsables máximos de la compañía. Más abajo encontrarán el artículo, y también les dejo el link para que lo vean en MateriaBiz. ¡Gracias!

Y ahora me designo… ¡CEO!

Hace algún tiempo atrás tuve la oportunidad de conocer al nuevo Gerente General de uno de mis clientes más importantes. Una persona muy cálida y amable, de casi unos 40 años que había hecho carrera en la compañía desde que salió del colegio secundario. Quedé realmente impactado por sus ideas y la claridad de su estrategia, pero más me sorprendió su energía y el entusiasmo que generaba en los que lo rodeaban. Poco después de esta experiencia me encontré compartiéndola con un amigo de la infancia que, para mi sorpresa, se empezaba a mostrar algo escéptico. Como noté que pasaba algo raro y con la confianza que dan los años, fui directo al punto:

– ¿Qué te pasa?

– No por ser jóvenes los CEOs son de mente abierta, carismáticos y motivadores. En mi experiencia, todo lo contrario.

– ¿Por? ¿Qué pasó?

– En mi trabajo, el CEO nació siendo jefe y siempre estuvo “del otro lado del mostrador”. No hizo carrera, pasó de ser desarrollador a CEO. Sin escalas.

Mi amigo, Responsable de Proyectos en una compañía de desarrollo de aplicaciones “sociales” que ya había atravesado (y ganado) varias rondas de inversión, estaba experimentando algo muy distinto a lo que yo había podido ver: El CEO de su compañía, un joven de menos de 30 años, había fundado su compañía en base a los productos que éste mismo desarrollaba, pero con el tiempo fue sumando empleados para poder atacar la demanda creciente: Primero 10, luego 20 y hasta 100. Todo ese vertiginoso crecimiento y él seguía dedicándole la mayor parte de su tiempo a lo que le apasionaba: Desarrollar software.

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