Durante el último tiempo estuve pensando más que de costumbre en cómo impactamos en las personas con las que nos relacionamos, y cómo impactan en nosotros también el resto de los individuos con los que cruzamos camino en el día a día.
Empecé a escribir este post hace algunas semanas. Venía de tener una noticia más que buena: El pasado noviembre (2022) logramos por primera vez la certificación de Great Place to Work® en Pharmware, quedando en el ranking de las mejores empresas de Tecnología para trabajar en 2023 en Argentina. Esto es un orgullo enorme para todo el equipo. Uno de los logros más importantes como equipo, sin lugar a dudas. Me llenó de felicidad como pocas noticias en mi carrera hasta ahora.
Pasaron un par de días, y la noticia seguía sacándome sonrisas cada vez que me acordaba a lo largo del día. Pasaron unos días de recibir esta noticia y tuve una experiencia con un proveedor que no fue nada satisfactoria, como mínimo.
Intentando ser lo menos subjetivo que puedo, debo reconocer que la experiencia con el proveedor no fue negativa completamente: El entregable (tareas de refacción en la oficina) tuvieron una alta calidad por parte de la empresa proveedora, pero uno de sus responsables tuvo actitudes completamente olvidables y reprochables.
¿Conclusión? No volvería a trabajar con este proveedor, ya que el protagonista es uno de sus propietarios.
¿Por qué conecto ambos temas?
La alegría me duró sólo unas horas y el malestar con el proveedor me quedó en la boca durante días.
Y no creo que esta sea un hecho aislado de estos dos sucesos que pasaron muy cerca.
Podemos estimar con bastante exactitud el peso de una buena experiencia en nuestros clientes y, por ende, en nuestros negocios.
Así también, podemos estimar que si generamos malas experiencias, probablemente no nos vuelvan a contratar.
Lo que profundamente me dejó pensando es cuál es el peso en nosotros mismos de esas buenas y malas experiencias.
En mi caso, la buena experiencia (Certificación), me dejó un plan específico en base al feedback de cada colaborador. Información estructurada, accionable con los diferentes responsables de área.
En cuanto a la mala experiencia (proveedor), me invitó a reflexiones más profundas, con un plan un poco más difuso. En principio, me dejó algunos titulares en los que quiero trabajar:
- Todos los colaboradores representan al equipo en sus conversaciones con clientes y proveedores. Todos debemos tener herramientas y conciencia de ello.
- Todos podemos tener un mal día. También tenemos que tener los recursos para reconocerlo y reparar la relación que dañamos.
- A veces no es posible evitar una discusión o momento tenso. Pero si podemos evitar que escale, corriéndonos y reconociendo que quizás ese no es el mejor momento para intentar resolver un conflicto.
En mi caso, una mala experiencia me llamó a la reflexión y me invita a pensar en cómo elijo enfrentar esos momentos.
¿Qué mala experiencia tuviste que te invitó a reflexionar?
Foto de Damir Samatkulov en Unsplash