No seas un reenviador de emails

Foto por Austin Distel en Unsplash

Los que empezamos nuestra carrera profesional a principios de los 2000’s -en mi caso, 2003- hemos escuchado con frecuencia el mal de “la máquina de café”.

La máquina de café solía ser el lugar de encuentro entre diferentes compañeros de una misma empresa, donde se daban conversaciones de todo tipo. Esta práctica se terminó conociendo como charla de máquina de café.

Las charlas de máquina de café podían ser productivas, o de lo más triviales. Una de las grandes ventajas que veo es la posibilidad de tener intercambios interesantes con otras personas que hoy, en tiempos de cuarentena por Covid-19, nos estamos perdiendo.

Como en casi todo en la vida, algo que en justa medida puede ser muy favorable, tiene la oportunidad de convertirse en algo peligroso para aquellos que abusan. Es decir, aquellas personas que pasan más tiempo en charlas de máquina de café que haciendo lo que tienen que hacer.

Hoy en día, con más herramientas y cada vez más tiempo atrás de algún tipo de pantalla, noto un mal incluso peor que el abuso de la charla de la máquina de café, y es lo que llamé:

El mal del reenviador de emails

Levante la mano el que recibe al menos 20 correos electrónicos laborales por día.

Ahora, diga presente el que recibe 50.

¿100?

¿Alguien recibe más de 200?

¿¿¿500??? Bueno, si sos de estos últimos, creo que necesitás ayuda 🙂

Si bien hay otras herramientas de comunicación como Whatsapp, Teams, Slack, Proyectos, o la que sea, el email sigue teniendo ese “qué-se-yo”, que traducido del argentino vendría a significar que no sabemos por qué, pero lo hacemos. Y un poco nos gusta.

Escribimos correos electrónicos con temas serios, relevantes, o algo que quizás requiera una cierta organización tanto para el que escribe como para quién lee. Si bien soy un early-adopter por definición, estoy convencido que el email como lo conocemos estará algunas temporadas más presentes.

No tengo claro si es por el gran volumen de correos, por pereza o por alguna otra razón, pero hay gente que reenvía mails compulsivamente, sin agregarle nada de valor. Y lo peor, es que pareciera que ese es su único trabajo. No hago referencia a la funcionalidad de “reenviar”, que es muy práctica, sino al que pareciera que es la única funcionalidad que utiliza.

Si lo pensás un poco, se te va a ocurrir algún caso.

  • Ese compañero de oficina que sólo reenvía consultas de un tercero para que la respondas, y luego volver a remitirla a quién preguntó originalmente.
  • La que reenvía las notificaciones de clientes.
  • El que te envía notificaciones de proveedores.
  • Los que consultan.
  • Los que reclaman.
  • Los que no leen y reenvían igual.
  • Los que reenvían y no agregan ningún comentario.
  • Los que reenvían agregando signos de interrogación. (¿Qué querrán decirnos?)

Como se imaginarán, me irrita recibir correos electrónicos de alguien que sólo reenvía por deporte, porque si tengo un email tengo el compromiso tácito de darle respuesta.

Antes de reenviar un email, preguntate:

  • ¿Realmente necesito enviar un correo, sin nada que aportar?
  • ¿Necesito una respuesta de la persona o personas a las que escribo? Recomendación: Si no necesitás respuesta y es para informar a alguien, poné en el correo FYI (for your information) o PTI (para tu información).
  • Si necesitás una acción de los destinatarios de tu correo, asegurate de dejarlo claro.

¡Nos leemos!

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