Los que empezamos nuestra carrera profesional a principios de los 2000’s -en mi caso, 2003- hemos escuchado con frecuencia el mal de “la máquina de café”.
La máquina de café solía ser el lugar de encuentro entre diferentes compañeros de una misma empresa, donde se daban conversaciones de todo tipo. Esta práctica se terminó conociendo como charla de máquina de café.
Las charlas de máquina de café podían ser productivas, o de lo más triviales. Una de las grandes ventajas que veo es la posibilidad de tener intercambios interesantes con otras personas que hoy, en tiempos de cuarentena por Covid-19, nos estamos perdiendo.
Como en casi todo en la vida, algo que en justa medida puede ser muy favorable, tiene la oportunidad de convertirse en algo peligroso para aquellos que abusan. Es decir, aquellas personas que pasan más tiempo en charlas de máquina de café que haciendo lo que tienen que hacer.
Hoy en día, con más herramientas y cada vez más tiempo atrás de algún tipo de pantalla, noto un mal incluso peor que el abuso de la charla de la máquina de café, y es lo que llamé: